Lapsus atencionales

“Ooops, he tenido un lapsus, lo siento”. Todos hemos dicho eso, siempre disculpándonos por haber dicho o hecho algo inoportuno. En principio estos suelen tener una connotación negativa, pero cada existe más evidencia científica que los lapsus atencionales puede ampliar nuestro aprendizaje. A grandes rasgos, la idea sería estos lapsus y distracciones pueden hacer que estemos más pendientes de estímulos más periféricos y aparentemente irrelevantes, y que más tarde nos pueden resultar útiles. Por tanto, si estamos demasiado focalizados con una tarea o un estímulo concreto podemos pasar por alto información importante. Por ello los lapsus pueden ser una especie de paradas mentales, que abren nuestro foco hacia lo circundante y nos permite encontrar soluciones a problemas más allá del pensamiento concreto o repetitivo. Es importante resaltar que nuestro cerebro no es una locomotora en la que se puede poner a toda máquina durante horas y luego apagar como si nada. Las fluctuaciones y variaciones en nuestras emociones y en nuestra cognición son totalmente naturales, y aprender a reconocerlas y regularlas es una de las claves para evitar frustaciones.

La atención como algo fluctuante

Existe la evidencia científica suficiente como para afirmar que, en algunos casos, los lapsus atencionales serían una ayuda, no un problema. Por ejemplo, cuando la tarea se vuelve demasiado monótona, es totalmente natural y funcional el diversificar los recursos cognitivos. Por tanto, las desviaciones de lo que en principio se considera un estado atencional óptimo no tiene por qué ser algo negativo en sí mismo, ya que está demostrado que en esos momentos “subóptimos” también se procesa información (Decker, Dubois, Duncan & Finn, 2022). Está bien estudiado que los bebés hasta alrededor de los 2 años tienen una enorme capacidad de procesar la información auditiva en forma de lenguaje que haya alrededor de manera pasiva. Por eso es tan importante hablar a los niños pequeños aunque parezca que estén jugando a su bola, ya que absorben esa información y correlacionando esa estimulación con un mejor funcionamiento cognitivo posterior (Ortiz-Mantilla, Roesler, Realpe-Bonilla & Benasich, 2023).

Otro ejemplo de estas fluctuaciones atencionales se encuentran en personas diagnosticadas con TDAH, comprobándose empíricamente que dichavariabilidad atencional ocurre a mayor nivel que en personas no diagnosticadas, especialmente cuando realizan tareas de tiempo de reacción rápidas (Easterman, Noonan, Rosenberg & DeGutis, 2023). Esto significaría que aunque su rendimiento en tareas a largo plazo y con atención sostenida suele ser más bajo (como preparar unas oposiciones), sus circuitos cerebrales de atención podría mejor a tareas o trabajos donde dicha atención sostenida no es tan importante. Esto podría darles ventaja en actividades laborales que tenga un ritmo frenético, muchas interrupciones y tareas simultáneas, como en una cocina o un taller de mecánica por ejemplo.

Incluso estas variaciones pueden ayudarnos a darnos cuenta de cosas difíciles de detectar, como se vio en el experimento de Decker, Dubois, Duncan y Finn (2002). En este, se pedía a los sujetos que respondieran lo más rápido posible si la imagen que le salía en pantalla era una letra o un número, acompañados por símbolos del tipo * o # en los laterales de la pantalla, justificando su existencia para los participantes como un elemento distractor. Lo que los experimentadores no explicaron, es que en realidad existía un patrón oculto, es decir, si aparecía cierto símbolo luego era muy probable que apareciera siempre una letra o número determinado, con lo que el rendimiento en aciertos y en velocidad de respuesta aumentan considerablemente al poder adivinar lo que viene después. Curiosamente, se vio que los normalmente los participantes que tuvieron más errores al principio o con una tasa de velocidad de respuesta más baja al inicio de la tarea fueron los que más rápido vieron la conexión oculta entre los números/letras y los símbolos, al estar dispersos, distraídos o como queramos llamarlo.

La utilidad de las distracciones

También tendemos a asociar la distracción a “perder el hilo” de lo que hacemos, y por ende, hacia algo negativo relacionado por la bajada de rendimiento. Pero hay evidencias de que en ciertas tareas concretas, como en aquellas que se usa la denominada memoria procedimental (tareas manuales como el desmontar la rueda de una bici por ejemplo), cierta distracción inicial parece que podría consolidar cierto aprendizaje práctico al estilo de los patrones ocultos que acabamos de relatar. Muy similar a la distracción tenemos la divagación, esa especie de fluir entre pensamientos pero sin focalizarnos del todo en ellos, pensando en temas muchas veces sin relación a esa tarea. Este tipo de pensamiento pueden ser también causa o consecuencia, es decir, por una parte el pensar en algo distinto de la tarea que estamos haciendo nos desconcentra genera fatiga, y provoca una disminución del rendimiento de la tarea. O podría ser a la inversa, que estos pensamientos de tipo indeterminado aumentarían debido al cansancio de llevar tiempo realizando cualquier tarea o ejercicio.

Además, podemos dividir la divagación en buscada (queremos abstraernos o cambiar de tipos de pensamiento para ver cualquier situación desde otro prisma) o de tipo espontáneo (no podemos evitar abstraernos) como respuesta a la monotonía y al aburrimiento. Si nuestra divagación va de pensamiento desagradable a pensamiento desagradable, pues lo normal será que nuestras sensaciones de insatisfacción y aburrimiento vayan en aumento. Pero en cambio, en una situación que nos sentimos mentalmente atrapados, el ir divagando de pensamiento abstracto a pensamiento abstracto puede ser una especie de fase exploratoria inicial, para así llegar posteriormente a otro tipo de pensamientos más concretos y orientados a la meta, como una especie de calentamiento mental (Martarelli & Ballifard, 2022). Por ejemplo esto es lo que ocurriría con los sueños, ya que se supone que estos tienen una función de entrenamiento cognitivo ante futuras amenazas. Ya que hablamos de sueño, ahora viene intentar entender lo que ocurre cuando nos cansamos.

Fatiga de los recursos congitivos

Existen dos consecuencias evidentes cuando estamos fatigados mentalmente (Thomson, Besner & Smilek, 2015):

  • Una incapacidad de realizar tareas mentales exigentes.
  • La sensación subjetiva de agotamiento y lentitud mental.

Para saber si esa percepción es real o es una percepción subjetiva, Ionucci y sus colaboradores (2023) hicieron un estudio poniendo a personas a realizar una tarea de atención pasiva durante cuarenta minutos, y que consistía en distinguir la orientación de una letra determinada y rodeada por una gran cantidad de estímulos distractores. Lo que se vio fueron muestras de fatiga manifiesta o una bajada en el rendimiento, a pesar de la simplicidad de la tarea. Y esto no parece que sea algo puramente motivacional o hédonico, ya que los circuitos cerebrales de esas áreas estudiados no parecían estar afectados.

Este estudio es muy reciente, pero las investigaciones sobre cómo afecta la fatiga a nuestro rendimiento vienen tiene décadas de historia, principalmente estudiando las tareas de vigilancia en operarios de radar ya desde los años cuarenta del siglo pasado, ya que las grandes potencias no podían permitirse que el soldado asignado a la vigilancia se le pasara el avión que carga la bomba atómica del enemigo porque había quedado en doblar turno para liberar a un compañero.

Por ello, si la tarea es muy fácil, divagamos y nos distraemos. Si es muy difícil, el rendimiento en la detección disminuye muy rápidamente. Y como hemos explicado al principio, ya en aquella época vieron que la atención no es algo estático, sino que va teniendo fluctuaciones y cambios constantes, incluso cuando se encuentra a máximo rendimiento. Esto va muy unido a la motivación que tenemos ante una tarea, con lo que tenemos de buscar maneras de o subdividir la tarea en partes más pequeñas para no procrastinar o buscar tareas que puedan ser congruentes con nuestros gustos particulares.

Llega el aburrimiento

¿Y si directamente nos aburrimosPodemos definir este proceso tan sumamente humano como ese deseo de querer estar haciendo la actividad que nos toca, pero sin ser capaces de ello. Este puede ocurrir o porque la tarea no encaja con nuestras habilidades y nos sentimos incompetentes, o directamente nos parece que estamos haciendo algo totalmente innecesario. Uno de los componentes más importantes de la experiencia de aburrirnos sería el nivel de congruencia real entre nuestro nivel de control cognitivo (capacidad de no distraernos) y la expectativa que tenemos sobre nuestro rendimiento. El aburrirnos también tiende a desencadenar conductas exploratorias, con lo que la divagación mencionada anteriormente sería esa respuesta exploratoria al sentimos atrapados en una tarea que nos hace sentir poco hábiles en lo que estamos haciendo, por lo que sea. Con ello, podemos conceptualizar el aburrimiento como un mecanismo autorregulatorio que busca tener un balance entre la concentración y la exploración.

Para ahondar más, digamos que habría tres consecuencias principales hacia la atención cuando nos sentimos aburridos:

  • Tiende ir hacia afuera (“oh mira, una mosca”).
  • Va hacia adentro (“¿me queda café para mañana?”).
  • Conseguimos redirigir la atención hacia la tarea e intentamos terminarla.

En paradigmas de estudios empíricos, la evidencia iría hacia que los fallos en la atención provocarían el aburrimiento más que al contrario. Eso sí, tenemos en cuenta lo difícil que puede suponer medir con tests de lápiz y papel lo que es aburrirse o lo que es divagar, con lo que los autores que estudian estos paradigmas muestran cautela a la hora de afirmar de manera rotunda estos paradigmas. En lo que sí que evidencia científica suficiente es sobre los descansos para evitar el aburrimiento: solamente con cinco minutos de hacer otra cosa (sin mirar el móvil u el ordenador), como simplemente desperezare y pasear por la habitación, puede ayudar a retomar la concentración en lo que estemos haciendo (Ginns, Muscat & Naylor, 2023). En esto se basa el conocido método Pomodoro, el hacer bloques de 25 minutos de trabajo y cinco de descanso, y funciona. Otro sistema, aunque parezca obvio, es pasear por la naturaleza. Pero como la tendencia cada vez es vivir en ciudades más que en el campo, siempre podemos intentar poner sonidos de cascadas o de animales de fondo mientras trabajamos.

Circuitos cerebrales

Por último, ¿cuáles serían las bases biológicas de todo lo que hemos comentado de atención, aburrimiento, lapsus y divagación? Esto daría para varios volúmenes, pero resumiéndolo mucho, habría dos redes o circuitos neuronales implicados:

  • Red atencional dorsal frontoparietal (surco intraparietal, corteza prefrontal dorsolateral, lóbulo parietal inferior y superior):  Encargada principalmente en la atención dirigida a la meta. Daños en este sistema provoca una bajada evidente en el rendimiento atencional y en las funciones ejecutivas: inhibición, alternancia y secuenciación (Ptak, Schinder, & Fellrath, 2017).
  • Red de atención por defecto (partes ventrales y mediales de las corteza frontal y parietal): Este circuito tiende a desactivarse en tareas de control atencional y a activarse en periodos de reposo o descanso entre tareas. Es decir, cuánta más carga cognitiva nos exige una tarea, menos activación tiene este circuito cerebral (Mason et al., 2007).

Viendo como se produce su interacción, se ha visto en estudios de resonancia magnética que una actividad moderada la DMN (red atención por defecto por sus siglas en inglés) solía ir acompañada con una atención la tarea más estable y con menos errores en la misma. Pero si la actividad de la DMN aumentaba, los investigadores eran capaces de predecir próximos lapsus atencionales, mientras que en la DAN (red atencional frontoparietal), su actividad reducida era lo que pronosticaba futuros lapsus. 

En definitiva, neurobiológicamente los fallos en la atención cuando nuestro en tareas no muy pesadas vendrían por un menor control y activación en la DAN y áreas hipocampales, mientras que los lapsus cuando vamos a máximo rendimiento (y estamos concentrados) vendría por una sobreadaptación y activación de la DMN (Esterman, Noonan, Rosenberg & DeGutis, 2013).

Referencias

Decker, A., Dubois, M., Duncan, K., & Finn, A. S. (2022). Pay attention and you might miss it: Greater learning during attentional lapses. Psychonomic Bulletin & Review, 1-12.

Esterman, M., Noonan, S. K., Rosenberg, M., & DeGutis, J. (2013). In the zone or zoning out? Tracking behavioral and neural fluctuations during sustained attention. Cerebral cortex23(11), 2712-2723.

Ginns, P., Muscat, K., & Naylor, R. (2023). Rest breaks aid directed attention and learning. Educational and Developmental Psychologist, 1-10.

Ioannucci, S., Chirokoff, V., Dilharreguy, B., Ozenne, V., Chanraud, S., & Zénon, A. (2023). Neural fatigue by passive induction: repeated stimulus exposure results in cognitive fatigue and altered representations in task-relevant networks. Communications Biology6(1), 142.

Martarelli, C. S., & Baillifard, A. (2022). Mind-wandering as an exploratory response to boredom. (pre-print)

Mason, M. F., Norton, M. I., Van Horn, J. D., Wegner, D. M., Grafton, S. T., & Macrae, C. N. (2007). Wandering minds: the default network and stimulus-independent thought. Science315(5810), 393-395.

Ortiz-Mantilla, S., Roesler, C. P., Realpe-Bonilla, T., & Benasich, A. A. (2023). Experience-dependent effects of passive auditory exposure in infants impact theta phase synchrony and predict later language. Cerebral Cortex33(12), 7595-7607.

Ptak, R., Schnider, A., & Fellrath, J. (2017). The dorsal frontoparietal network: a core system for emulated action. Trends in cognitive sciences21(8), 589-599.

Thomson, D. R., Besner, D., & Smilek, D. (2015). A resource-control account of sustained attention: Evidence from mind-wandering and vigilance paradigms. Perspectives on psychological science10(1), 82-96.

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